"Aquel cuya alma ha hablado ya, debe irse".
Friedrich Hölderlin.
ICARO IMPEDIDO
Sobre el más alto montículo arenoso
de aquel infértil y desértico paraje,
Icaro,
extenuado,
sus enormes alas con dolor batía.
"Es inútil
- razonaba -
exigir del hombre semejante empresa,
que el vuelo es propio de irracionales aves
ignorantes del porqué de su extraño privilegio".
Y abatido,
arrastraba indolente el delicado lastre,
dejando tras sí confusas huellas
que al más leve soplo del viento se perdían.
No quería comprender el triste personaje
que de alas no estaba sólo realizado;
había además,
y en abundancia,
pesos reales y nada etéreos:
rostros adecuados y meticulosos gestos,
miedo a perder lo imposeído,
amores acallados y la lógica;
asco, fe, derechos.
Y así llevado de la mano por el tiempo,
meditando sobre un sol aún inexistente,
el hombre-ave al cuerpo desligaba de ataduras;
reuniendo fuerzas para el fatal despegue,
para el gran viaje hacia una nada
que absorbiera sus más cálidos ensueños
de serena creación y visión pagana.
Oliverio Funes Leal
8 de junio de 1972