Si un destino vuela a perderse,
sus huellas serán etéreas e impalpables
y sólo el aroma de una flor lanzada al vacío
será el indicio de su curso.
Quizás,
si la fatiga es mucha,
y la frialdad del espacio entumece el cuerpo,
con miedo y delicadamente
se posará en un lugar escogido.
Y sólo exigirá (aunque necesite más)
una flor para sus reservas.
Y en pago,
en gesto de gratitud y amor,
entonará un feo canto.
Y asustado
levantará el vuelo
por sí mismo o ahuyentado.
Comprenderá aún más su sino,
lo intransmisible de su fuerza;
y no maldecirá,
porque no existen motivos,
porque entiende y se entiende,
porque sólo él se conoce,
sólo él.
Solo.
Oliverio Funes Leal.
6 de diciembre de 1971.